Pedro Sánchez cruza el Rubicón

Hay hechos que marcan un cambio cualitativo, un antes y un después en la caracterización de un personaje, de un partido o de un gobierno. Cruzar el Rubicón tiene ese significado desde que Julio César cruzara este pequeño río, iniciara una guerra civil y después se hiciera nombrar dictador de por vida.

Con la aprobación política de la matanza de 37 personas migrantes en Melilla Pedro Sánchez ha cruzado su Rubicón. Sin una rectificación radical, cada día más improbable, él y su gobierno no podrán reclamar ninguna pretensión de progresismo y pasarán a ser un gobierno infame.

Los datos fundamentales para esta conclusión están en el magnífico artículo No en nuestro nombre que Olga Rodríguez publicó en eldiario.es . Sánchez ha calificado el intento de cruzar la valla como un ataque violento a la integridad territorial de España, ha defendido la actuación de las policías marroquí y española, no ha expresado ningún pésame a las familias de las víctimas, no ha anunciado ninguna investigación independiente sobre los hechos, ha cargado la responsabilidad sobre las mafias que trafican con seres humanos y no ha anunciado la destitución de ningún ministro.

Esta masacre es la culminación de las políticas de racismo institucional que se suceden desde hace años en el Estado español tanto bajo gobiernos del PP como del PSOE:

• Negativa a asegurar vías legales y seguras y dar una acogida digna a las personas que buscan refugio, tal y como la guerra de Ucrania ha mostrado que era posible.

• Inhibición en el rescate marítimo y obstrucción de la actividad de los barcos de las ONG que lo realizan, lo que ha convertido al mar Mediterráneo en la frontera más mortífera del mundo.

• Devolución en caliente de inmigrantes en la frontera sin comprobar individualizadamente si tienen derecho a solicitar asilo, vulnerando uno de los principios básicos de la Convención de Ginebra. Pese a que el Tribunal de Estrasburgo (TEDH) cambió de opinión y avaló las devoluciones a raíz de un salto a la valla de Melilla, la gran mayoría de organizaciones de Derechos Humanos ha mostrado su desacuerdo.

• Reclusión en Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) de las personas migrantes sin papeles que logran llegar a la península, como paso previo a la expulsión de muchas de ellas. Cabe recordar que no tener papeles no es un delito sino sólo una falta administrativa y que las personas encerradas en los CIEs reciben un trato mucho peor que en las cárceles.

• Utilización de violencia desproporcionada contra las personas que intentan saltar las vallas o llegar a nado. En El Tarajal esta violencia causó la muerte de 15 personas en 2014 cuando gobernaba el PP. En 2022 el Tribunal Supremo ha archivado finalmente la causa contra los 16 Guardias Civiles procesados.

Pero la masacre de Melilla significa un salto cualitativo por varios factores: la gran cantidad de muertos y heridos, la justificación política que han dado Pedro Sánchez y algunos ministros, y el hecho de que se ha insertado en una estrategia de larga duración. En primer lugar por el cambio de posición sobre el Sáhara, destinado precisamente a comprar la represión de Marruecos contra las personas migrantes que intentan llegar a Europa. Y porque hace pocos días el ministro de Exteriores pidió a la OTAN que considerase la inmigración en la frontera sur como una "amenaza híbrida" que debía combatirse militarmente. Esta estrategia implica que otros eventos similares se repetirán en el futuro.

Adoptar esta política significa la privación de derechos humanos elementales, la justificación de la represión y el uso de la violencia, incluso con resultado de muerte, contra todo el colectivo social formado por las personas migrantes que intentan llegar a Europa en a través del sur de la península o las Islas Canarias. Esta deshumanización de colectivos humanos enteros es una característica germinal del fascismo.

Desde el ascenso electoral de Vox se habla, justificadamente, del peligro de que este partido neofascista llegue a formar gobierno con el PP, pero se olvida demasiado a menudo que estos partidos avanzan gracias a medidas de cariz fascista tomadas por gobiernos que no lo son. Combatir eficazmente el peligro fascista implica combatir las políticas que llevan a su marca, en particular la deshumanización de colectivos sociales, sea cual sea el gobierno que las aplica.

Con su actitud sobre los hechos de Melilla Pedro Sánchez se ha saltado las barreras éticas, morales y políticas sobre Derechos Humanos que todo gobierno progresista debería respetar. Ha contribuido decisivamente a que las políticas de la derecha reaccionaria y el neofascismo aniden en los espíritus antes de ganar en las urnas. Ha allando el camino al triunfo del PP y de Vox.

Desde el día 25 Pedro Sánchez no ha rectificado su posición que, al menos, debería consistir en reconocer que se ha equivocado, condenar la actuación de las policías marroquí y española, crear una comisión independiente de investigación y cesar en el ministro Grande Marlaska por ser el más directamente implicado. Tanto Sánchez como los ministros del PSOE se reafirmaron en su posición. Por eso, creo que ninguna persona de izquierdas, demócrata o defensora de la Declaración Universal de los Derechos Humanos debería apoyar al gobierno de Pedro Sánchez. En particular pienso que Unidas Podemos no hace bastante con lamentar las muertes y pedir una comisión de investigación, creo que debería abandonar el gobierno para no ser cómplice de hechos como los de Melilla, pasar a la oposición e intentar contribuir a crear una alternativa.

La repetida frase de que si no se apoya a Pedro Sánchez vendrán el PP y Vox que son peores es falsa. Lo peor es que un gobierno pretendidamente de izquierdas haga políticas de derecha reaccionaria y extrema derecha. Lo peor es saltarse los principios éticos, políticos y humanitarios imprescindibles para la defensa de la vida, los derechos y la dignidad de las personas. Lo peor es sufrir políticas reaccionarias sin levantar una alternativa.

28 de junio 2022

Fonte: Viento sur

Martí Caussa es miembro del consejo de redacción de "Viento Sur" y activista independentista de la izquierda catalana.

Martí Caussa